martes, 14 de diciembre de 2010

Adiós...

 
Adiós, 
No había vuelto a ver una noche tan iluminada como la de hace tantos años, decidí sentarme en la misma silla de siempre, mis manos sostenían suavemente las hojas que estaban marcadas por las frases que escribieron mis amigos, recordándome como vivieron ellos nuestra amistad; cada recuerdo del amor que fueron creando junto a sus parejas y la plenitud que se dio en sus vidas; solos, en pareja… juntos, en un grupo de amigos que se convirtió en una familia. que
Temblorosa como estaba, sabía que aquel lugar era el correcto para esperar, aquel camino, el mismo de hace 65 años, ¡Cuando lo vi por primera vez!, mi corazón late fuertemente, entre feliz y nervioso.

Mi mente no ha parado desde que me desperté, de evocar una tras otra, imágenes que han llenado mi corazón y mi mente de una satisfacción casi de otro mundo.

Hoy se cumple un año de ese día donde él emprendió un camino sin mí, donde dándome en palabras su último aliento me repitió que no dejase de recordar, me aseguro que me esperaría, aquel día una canción tarareábamos los dos, sin recordar su nombre o aun siquiera su letra, una gran sonrisa estaba tatuada en nuestro rostro, por fin encontrábamos una paz inmensa, de repente lo escuche cantar.

- No hace falta que me mires, no hace falta que lo digas, no hace falta que me expliques, cuando lloras o te ríes, no hace falta decir que me quiero morir a tu lado, te amo.

En ese momento recordé, que era la misma canción que yo estaba escuchando la primera vez que lo había visto, que escuchamos juntos al subirnos a su coche el día que nos hicimos novios, era nuestra canción, pero ahora su letra me llenaba de un sentimiento extraño, de despedida, aun así recordando completamente la letra, me entregue a esa magia que me brindaba el vacio de no entender.

- No hace falta que te quedes, no hace falta que te insista, no hace falta que te llore, si nos veremos arriba – en ese momento algunas lagrimas rodaron por mis mejillas, él me tomo de las manos acercándome a su cuerpo – no hace falta decir que me quiero morir a tu lado, te amo. 
Apoyo su frente sobre la mía y me entrego aquella preciosa sonrisa.

- No hace falta que soñemos que es mentira, que no existe la muerte cuando hay amor.

Él cantaba ahora solo.

- Esta misma historia continua solo cambia el escenario en la escena del amor.
Sus ojos se cerraron, rompiendo todo en mi; paralizando mi rostro, mis brazos… mi vida.

- No hace falta que me mientas, no hace falta que lo pidas, no hace falta que te extrañe, si te encontrare algún día.

- No hace falta decir que me quiero morir a tu lado – Por qué como hacía para decirle que no me deje, que me espere, que algo en mi no estaba listo, me acerque a su cuerpo y sus brazos un poco débiles me abrazaron fuertemente, continúe cantando en mi intento de que aquello que sentía adentro hubiera sido solo parte de mi imaginación - te amo; no hace falta que soñemos que es mentira, que no existe la muerte cuando hay amor.
Sus palabras cantadas, me hicieron sentir que se despedía.

- Esta misma historia continua, solo cambia el escenario, en la escena del amor.

Trate de silenciarlo pero él continuo, todo en mi se rompía, mis lagrimas me impedían ver bien, él las limpiaba con sus manos mientras seguía cantando.

- No hace falta que me mientas, no hace falta que lo pidas, no hace falta que te extrañe eh!!  Si te encontrare algún día.

Con nuestros labios juntos y siguiendo el compas de una canción en nuestras mentes, él me dio nuestro ultimo adiós.

- Te amo, te ame y te amare siempre.

Hoy se cumplen 65 años desde que su sonrisa, sus brazos y sus ojos llenaron de felicidad mi vida, hoy yo si puedo decir adiós a este mundo que me lleno de todo lo que alguna vez al lado de todos soñé.

- Hola. Te extrañe



martes, 7 de diciembre de 2010

Tócame

Tócame
Él definitivamente no entendía la actitud de ella, la forma en cómo su mano agarraba con fuerza el acolchado que tantas veces cubrió sus cuerpos desnudos y sudados; no comprendía porque sus labios desaparecían casi por completo por la forma en que ella se mordía, haciendo fuerza; tratando de no gritar… tal vez, ¿De no llorar? Eso era lo que él no sabía, no conocía cual era el motivo por el cual ella quisiera llorar; estaban juntos.
-¿Puedes dejar de hacer, lo que sea que hagas? – Pregunto el hombre mientras se sentaba al lado de la mujer, que nerviosa soltó el acolchado, intento subir la mirada para conectarla con la de él pero, desilusionada la bajo; sin tan siquiera hacer el intento.
-¿Por qué no te has ido? – Pregunto ella a modo de respuesta, segundos antes de levantarse de allí y caminar a cualquier lugar, tropezando con diferentes objetos que estaban por allí esparcidos, desesperada por ser aun tan torpe maldijo un par de veces en voz baja; el hombre rio con fuerza.
El hombre se regocijo por su reacción, no sabía porque le daba tanta alegría saberse deseado aun por ella, ser consciente de que todas esas cavilaciones por las que ella pasaban eran generadas por él, por su cuerpo, por todo lo que genero en ella; le hacía creer que aun era posible hacerla cambiar de parecer, le daban simplemente… esperanza.
-Porque tu bien sabes que no quieres que me vaya – De un par de zancadas estuvo a su lado, abrazándola nuevamente con fuerza y cariño – Tócame, solo hazlo – Le pidió casi en una orden que no admitía negativas; apretó seguro la cintura de la mujer, haciendo que esta instintivamente levantara los brazos para así, sus manos caer suavemente en el rostro de él.
-Eso, tócame – Ahora el susurro masculino fue más ronco, más cercano al rostro de ella, la embargo; la hipnotizo.
-No me hagas esto otra vez, ya lo hablamos… - trago suavemente, tratando de así encontrar fuerzas para hacerlo ir – Yo quiero que te vayas, necesito que te vayas.
-Tú solo necesitas hacer lo que te digo, tócame – Tomo sus manos de ella, con delicadeza pero llevándolas hacia su rostro nuevamente con una seguridad imparable – Tócame, tócame y todo estará bien; soy yo… sigo siendo el mismo.
-Yo – Titubeo sin saber que decir o, que hacer; era tan reconfortante para ella estar ahí, junto a él, compartiendo el calor que nacía del contacto de sus cuerpo, contando cada una de las cosquillitas que se esparcían en sus manos por el contacto contra la barba de dos días del rostro de él; era mágico estar a su lado – No… no…
-Tócame y recuérdame, soy yo… sigo sonriendo igual – Esa era la respuesta para todo, él si conocía la razón por la cual ella trataba de ser fuerte, de demostrar una fortaleza que había perdido meses atrás y que con los días se fue marchitando con rapidez; el comprendía perfectamente porque apretaba con fuerza el acolchado, él conocía esa sensación porque por ella también atravesaba cada mañana sin saber realmente que hacer para hacerla sentir mejor, para forjarla a olvidar todo menos el hecho de que él seguía sonriendo por el simple hecho de verla.
Las pequeñas manos femeninas comenzaron un recorrido detallado del rostro de él; era perfecto; recórrelo, delinearlo era como darle play a la película de recuerdos vividos con él, todos; los públicos y los íntimos, cuando se besaban y cuando ella lo delineaba con la mirada, tatuando cada una de las gesticulaciones de él en su memoria, no entendía como ahora se olvidaba de la forma en que él sonreía.
-Sonríe – Le pidió en un susurro prácticamente inaudible, él lo hizo convencido de que la estaba convenciendo, su corazón apresurado acompaño esa noción en la que sabía que de su palabra dependía su felicidad; las lagrimas no las pudo contener y como cataratas cayeron sobre los dedos de ella, que temblorosos recorrían los labios masculinos.
Una sola gota de sus lagrimas basto para hacerla reaccionar, para recordarle que estaba haciéndole un bien diciéndole adiós, carraspeo con fuerza, como un sinónimo de tomar fuerzas para afrontar lo que vendría.
-Vete – Dijo feroz antes de darle la espalda; el abrió los ojos con fuerza, sorprendido por las palabras que escuchaba, ¿Qué se fuera? ¿Cómo hacerlo si sentía que pertenecía a ese lugar?
-Sabes que vas a sufrir, que vamos a sufrir… no nos hagas esto – Le rogo, odiándose por ello; era orgulloso de su hombría, de su fuerza; de su impecable poder pero, ante ella… era solo eso, un niño que rogaría la vida entera porque no lo apartaran de lo que ama.
-Prefiero sufrir sola – Se dio media vuelta para estar nuevamente frente a él, levanto la mirada con la fuerza que no tuvo antes, trato de conectar su mirada con la de él, sin lograrlo – Además, sé que me podrás olvidar, tal y como yo ya lo hice con tu sonrisa – Se acerco despacio hacia él, recordando perfectamente el camino, casi llegando al lugar deseado doblo un poco su rostro, haciendo que así sus labios cayeran pesados sobre la mejilla de él.
-Vete y por favor olvida a esta ciega – Camino como pudo hacia el ventanal de su habitación, no quería tentarse en volver y abrazarlo, en acallar esos sollozos con sus labios, no quería tentarse de nuevo y robarle la oportunidad a él de ser feliz, ya lo había hecho durante el último año, desde el día que por culpa de otro ella había quedado ciega, y termino hundiéndose en el fango del olvido, borrando hasta lo único que creyó nunca se eliminaría de su mente; su sonrisa… la sonrisa del hombre que amo.
El estruendo de una puerta cerrada con rabia y dolor, fue lo último que escucho de él.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Preferimos Callar...

Preferimos callar…
Una vez vi a una mujer que sonreía, las comisuras de sus labios eran presas de algunas líneas como sinónimo de los años que pasaron sobre su cuerpo, sus ojos tenían el brillo que da la sabiduría del tiempo y sus labios, secos pero imparables; murmuraban palabras con un sentido cambiante en cada frase, hablaba claro y pausado; detallaba cada sentimiento, cada vivencia y, cuando suspiraba… sus manos se elevaban al aire, haciendo cada frase un poco más interesante de escuchar; ella hablaba… le decía todo a aquella planta que en silencio la escuchaba mientras recibía el agua que le entregaba, tal vez el pago por escucharla, ese era el precio que no pudo pagarle  a otro, tal vez un humano, para que le dedicara algo de tiempo.
En ese momento, mientras ella le decía a la planta “Gracias por escucharme” comprendí el mundo vacio que estaba ayudando a crear, no pude dejar de activar mis sentidos y admitir que yo era causante también del camino que recorría, de las palabras que escuchaba y de las realidades que tenía que ver.
Es así de simple, todos dejamos las cosas para después, esperanzados de que todo quedara pausado hasta el momento en que decidamos volver y hacer lo que debimos realizar en ese momento, que el bebe seguirá siendo pequeño a la espera de un abrazo, que el cielo seguirá siendo azul esperanzado en que lo cuidaremos y, que el viejo hambriento por contar sus vivencias estará en su silla todo el día esperando ser escuchado; esperamos que nos esperen y nos olvidamos de vivir lo que realmente vale la pena vivir.
Una vez aburrida de que no entendieran lo que quería decir, decidí guardar silencio y cada uno de los sentimientos, frases, palabras y hasta gritos, quedaron atorados en mi garganta, a medio camino de perderse en el camino hacia a alguien que no lo escucharía; me encerré en mi propio pesar, en mi propio dolor al creerme insignificante y me olvide de escuchar al otro, sin creer que escuchando me escucharían.
Me enceguecí y no logre ver al enfermo, al desvalido, al solitario, al perdedor, al anciano, al pequeño, al joven, al… humano, que aun rodeado se siente solo; como yo… como todos.
Me olvide de que siendo una sola persona en el mundo, soy el reflejo de una sociedad que va aprisa, tratando de alcanzar algo solo, para después caer en el vacio de que no habrá nadie para darte una mano, para llenar el regador con agua para la planta que marchita ya no te querrá escuchar.





domingo, 15 de agosto de 2010

...Conociendo, Conociendote y, CONOCIENDOME...

Teniendo como música de fondo los murmullos de un compañero de casa, José; yo comienzo este Blog, seguidora de esta página que me entrega en diferente blogs un poco de las estrellas que sigo, yo decido comenzar el mío, donde espero expresar lo que siento y encontrar mis propios seguidores, unos que me acompañen siempre, en estas noches completamente congeladas por el invierno de la ciudad, BUENOS AIRES o, en esas tardes de clima templado cuando de vacaciones pueda volver a mi patria, COLOMBIA.



Mis historias, que titulo tan básico pero, al tiempo y con sinceridad, tan real; no aspiro que esperen mas de mi, que mis historias, mis momentos… esas vivencias que van llegando e irrefrenablemente me llevan a escribirlas, plasmarlas y dejarlas en un blog que quizá tenga una única lectora, yo.


Yo, soy Daniela Quintero Henao o, como muchos me conocen soy Dani, una chica simple que se llena de grandeza gracias a sus sueños que nunca paran y la hacen levantar cada día con más fuerza, tengo 18 años y una vida casi planeada en mi cabeza, tal vez un poco inconclusa y dispuesta a renovarse cada qué me pasa algo diferente, pero en si… se hacia donde quiero ir; estudio Producción y Dirección de Radio y Televisión en el ISEC, una facultad en Buenos Aires, la ciudad donde resido desde hace “4 meses y 25 días”, el cambio aunque no lo crean fue grande, soy de Colombia y mas puntualmente de Armenia, una ciudad pequeña con fuerte olor a café.


En Armenia naci, crecí y comencé a soñar, decidí abrir mis alas cuando solo tenía 16 años y me fui para Bogotá, la capital de Colombia, para aquellos que me leen y no saben, un año después Bogotá no fue suficiente para mi, o tal vez simplemente no me dio todo lo que esperaba y, es aquí mientras escribo que me pregunto: ¿Qué esperaba?; la verdad no se… solo sé que estoy acá, sentada sobre una silla negra, reflejada en un espejo deforme y un sonido extraño que no me permite concentrarme del todo… Buenos Aires fue mi parada el día 22 de marzo, y aunque nunca fue mi primera opción, ni tan siquiera una opción, aquí estoy; cambiando mi fresa por la frutilla, mis chanclas por las ojotas y mi desparpajo por momentos de silencio donde algunas veces prefiero solo observar como la gente entre gritos y exageraciones dramáticas, llenan cada segundo del día, sin tomar un descanso… sin siquiera suspirar.


Hoy por lo pronto se que no me arrepiento de haber cambiado de Código Postal, solo sé que mi estadía acá será limitada y con fecha de caducidad autoimpuesta aun antes de que empezara, quiero viajar a MEXICO, mi país que sin conocerlo o él sin tan siquiera saberlo, ya hace parte de mi; TELEVISA espero que sea mi próxima casa y que mis cambios de Parce a Boludo, se conviertan de Parce a Wey.


Dani.